Sé el cambio

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Historia de Terry Forde

Las puertas del elevador se estaban empezando a cerrar cuando entré al vestíbulo de un edificio de oficinas. Podía ver la cara del joven mensajero que estaba llevando un paquete mientras las puertas se cerraban; cuando alzó la mirada y me vio, instintivamente puso su pie entre las puertas y evitó que se cerraran.

Entré apresuradamente al elevador y pronuncié un apresurado: «¡Gracias!»
 
«No hay problema, hombre», me dijo y añadió inmediatamente: «Sé el cambio que deseas ver en el mundo».
 
Iba a llegar a su piso primero. Permaneció en silencio por varios segundos conforme el elevador llegaba su piso. De seguro yo tenía una expresión de perplejidad porque me estaba preguntando si mantener abierta la puerta del elevador era el cambio al que Gandhi se refería en su famosa cita. ¿Sería posible? ¿Mantener la puerta abierta era equivalente al cambio?
 
El elevador sonó cuando llegó a su piso. «Tenga un buen día», me dijo, conforme salía. Al cerrarse las puertas, yo estaba sonriendo. Había estado de prisa y ahora estaba sonriendo. Estaba pensando acerca se ser el cambio que deseaba ver en el mundo. Es mucho más que simplemente mantener la puerta del elevador abierta.
 
Pero, a la vez, estaba sonriendo. Me di cuenta que el cambio que mi joven benefactor estaba sugiriendo no tenía que ver para nada con la puerta del elevador —eso era simplemente el objeto del cambio. Sin conocerme, sin posibilidad alguna que le proveería algún beneficio personal, sin dudarlo, el joven mensajero había puesto mi necesidad más sencilla e inmediata al mismo nivel que la suya. Tuve la seguridad que si la situación hubiese sido más seria lo hubiese hecho de nuevo —tan dispuesto, tan instintivamente y con la misma alegría.
 
Al terminar mi reunión, más tarde, me dirigí a los mismos elevadores y casi esperaba verlo de nuevo, pero cuando las puertas del elevador se abrieron, estaba vacío. Entré al elevador y vi a un joven apresurándose hacia el elevador, aunque las puertas se estaban cerrando.
 
Puse mi pie entre las puertas. Las puertas se abrieron. Entró al elevador y, mirándome, dijo: «Gracias».
 
«¿Cómo ha estado su día?», le pregunté. Estaba practicando ser el cambio que deseaba ver en el mundo. Sonriendo.